La noche era fría,
tormentosa, las manecillas del reloj se movían lentamente para marcar las 12:00
a.m. en la mesa yacía Alfonso, afligido, a la luz de las velas, mientras leía su
viejo libro que le provocaba uno más de sus delirios, algo tenebroso lo
acechaba y miraba fijamente, Alfonso alertado por un extraño ruido, rompió la
botella de sus amargos tragos para poder defenderse ante algo que desconocía,
al menos eso creía, en un segundo la vio a ella sonriendo alejándose
lentamente, dándose cuenta que era su eterno amor que lo esperaba para unir sus
almas en la eternidad.
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